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Actualización de madrugada

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Nombre: e-pesimo
Lugar: Cantabria, Spain

miércoles 19 de enero de 2011

FIRMAS: Federico Jiménez Losantos, Erasmo, R.del Pozo, P.G. Cuartango, S.González, Carmen Rigalt, John Müller, J.M. Bellver

F. JIMÉNEZ LOSANTOS

El CACO

RAMÓN JÁUREGUI, en términos que hubieran entusiasmado al Padre Astete de haber sido cura progre, ha anunciado la versión estatal de esa checa para medios de comunicación que en Cataluña llaman CAC y que ya ha copiado Andalucía, otro paraíso sociata del pluralismo y la libertad de expresión. El CAC se creó para liquidar la COPE, hasta el punto de que nunca se le llamó, por sus siglas oficiales, Consejo Audiovisual de Cataluña, sino Comité Anti-COPE. Tan clara era su función que antes de empezar a ser había echado a andar y el día en que vio la luz tenía listo un dossier contra César Vidal, un servidor y la COPE. Ni que decir tiene que la chusma periodística naziprogre aplaudió esa hazaña con la unanimidad que toda dictadura reserva para los asuntos sagrados y que alcanzó su madurez rebañiega en el famoso editorial único publicado por todos los diarios catalanes contra el Tribunal Constitucional. Nadie espere, por tanto, que en la tribu progre los medios anejos defiendan los ajenos. El control mediático es la piedra angular de la hegemonía izquierdista y nacionalista. Y un periodista progre es, ante todo, progre; en alguna rara ocasión, periodista.

La preocupación del Gobierno ZP es, sobre todo, moral. La telebasura, dice Jáuregui, impone «valores devaluados de convivencia», «la entronización de falsos valores», «la agresividad y la crispación como forma de alcanzar audiencia» y, horror, propone «determinados personajes de escaso mérito como modelos sociales». O sea, que ya sabemos a qué fue don Josefiño a la Noria: para ver con sus propios ojos la degradación de las costumbres y combatirla.

El fruto de sus desvelos amerita su sacrificio, porque don José, como Montilla y Mas, disimuló con entereza su bochorno en la Academia de Ciencias Morales y Políticas de Vasile. Casa, por cierto, que siempre se ha significado por su militancia progre, sean Jordi González o Jorge Javier Vázquez los que, con el típico respeto izquierdista a lo divino y lo humano, nos vendan la mula ciega. Y ni siquiera ahí me extrañaría que celebraran la instauración del CACO (Comité Audiovisual de Control de la Opinión). ¿No salen siempre las damas más virtuosas de las grandes pecadoras arrepentidas? Dos dudas: ¿quién define qué valores son verdaderos o falsos para multar y cerrar medios? ¿Corregirá Leire Pajín a Belén Esteban? Será por celos, no por peligro. Que sepamos, Esteban no es ministra de Sanidad.

RAÚL DEL POZO

Empezó en Murcia

EL RUIDO DE LA CALLE

Un catedrático de Derecho Constitucional me asegura que el PSOE se va a llevar un revolcón histórico. «En parte, por su espejismo de la España plural». El Gobierno impulsó un pacto de acero con los taifas para quedarse con el Ebro; luego propulsó la reforma de los Estatutos. Hoy España es un descalzaperros, donde un Estado anoréxico se come las babas, acabando con el tabaco cuando ya se había prohibido. Marcelino Iglesias, le decía esta mañana a Blancanieves Griso que el Estado de las Autonomías ha sido positivo para España. Si lo ha sido, ahora es la avispa asiática la que destruye las colmenas de nuestras obreras.

Pongamos que hablo de Murcia. Que bien me suena tu nombre de seda y huerta; escucho la voz de Paco Rabal en las ventas de la madrugada, tañen los laúdes de las entrañas del Rey Sabio enterradas en la catedral, retumba el talento satírico de Jaime Campmany, silban las espadas de los valientes espadachines de Arturo Pérez Reverte, mugen los minotauros de José Lucas, zumban las metáforas sufíes donde la saliva es la miel. Vivan los murcianos, aunque no les dejaran alistarse al ejército para servir al rey, junto a los calorros y a los pícaros de mal vivir. Pero es que hay otra Murcia que se rasca las pulgas y se toca el pijo. ¿Qué hemos hecho para merecer que España se haya enredado en la peor burocracia del universo con guindillas y aurigas para ir a mear, pastizara y pensiones vitalicias, defensores del pueblo en cada campanario, embajadas fantasmagóricas, aeropuertos virtuales? La Casa Blanca soporta menos ostentación que cualquier sede autonómica.

Se derrumba, en primer lugar y vendrán más después, la Babel Valcárcel tras el desplome del ladrillo. Ha tenido que dar tijeretazo para que los bancos no le pongan en la lista del desahuciado y para que no se hunda la Sanidad. La gente que nada sabe de deberes, sólo de derechos, ha organizado un pequeño cantón (como aquel otro donde cantaban: «Con la muerte de Antonete / güérfana quedó la güerta»). El neofederalismo de los intransigentes, con tomates, huevos y hostias grita detrás de las pancartas frases tan ingeniosas como: «Valcárcel, ayer en Santonera te dio la cagalera». Luego, izquierdistas de grada fogueados en las peleas con neonazis le han roto el careto al consejero de Cultura.

El follón empezó en Murcia, 10 años después de que José Luis Zapatero dijera, siendo líder de la oposición, cuando las guerras mediáticas y nacionalistas nos carcomían, que España tenía que dejar de ser un saloon del Oeste. Había conseguido la paz social hasta ahora, pero siempre vuelve el garrote a este desgraciado país singular, no plural. No sé por qué la palabra liberal es de origen español, le cuadra más intransigencia.

pedro g. CUARTANGO

Dios, el gran ausente de la crisis

HAY un gran ausente en esta crisis, alguien a quien muchos esperan pero no aparece: Dios. Me pregunto cómo es posible que el Ser Todopoderoso permanezca pasivo ante la desgracia de tantos millones de personas que han perdido su trabajo y que se ven abocadas a una situación de mendicidad y de desesperación.

«Yo soy el que era, el que es y el que ha de venir», dice Yahvé en el Apocalipsis. De su poder y sus milagros en los tiempos antiguos da fe la Biblia, pero el Supremo Hacedor guarda silencio desde hace siglos. No dice ni una palabra sobre las atrocidades que hemos visto a lo largo del siglo XX ni sobre las consecuencias de esta crisis.

Ahí está el sufrimiento de los enfermos terminales, de quienes han perdido la batalla contra el cáncer, de los que sobreviven gracias a medios artificiales. Su dolor resulta también un testimonio aplastante frente a los que invocan la teología escolástica para demostrar la existencia de Dios.

No, Dios no puede existir en un mundo donde estamos indefensos ante un mal que nos acecha y que juega a los dados contra nosotros. La única prueba consistente de que no podemos mantener la esperanza en el más allá son las miserias y las injusticias que percibimos en el más acá.

Muchos filósofos e historiadores han creído en el progreso de la Razón, una fe que resulta patética a la luz de las contradicciones de un sistema incapaz de dar un mínimo sentido a la vida humana.

Otros han depositado su esperanza en Dios, pero éste sigue guardando un silencio que está a punto de hacer estallar nuestros oídos. O el Gran Relojero es una ficción o está tan alejado de nosotros que no nos escucha.

Nuestro pecado original es la condena a existir en la más absoluta incertidumbre, con la única seguridad de que nada podemos conocer sobre un futuro que se niega a revelarnos lo que nos reserva.

Carpe diem, coge el hoy, decían los latinos. Pero, ¿cómo disfrutar del presente sin tener una mínima garantía de lo que nos depara el mañana? ¿Cómo fingir que ignoramos la desoladora realidad del mal? ¿Cómo seguir el camino sin la voz de Dios?

Estas preguntas sin respuesta nos abocan a un pesimismo sin esperanza pero no resignado. Siempre cabe la rebelión contra lo absoluto como la expresión de una singularidad que se niega a disolverse en la infinitud de un destino abstracto.

Nos queda esa dolorosa conciencia de nuestra fragilidad, pero es poca cosa frente a la inmensidad de una realidad que nos aplasta.

Quien vea en estas líneas una reflexión filosófica es que no ha entendido nada. Aquí no hay metafísica ni teología. Lo que surge es un mero desahogo contra la pesadilla que supone abrir los ojos cada día. Pero al contrario de lo que propugnaba Wittgenstein, hay que hablar de aquello que nos atormenta y no tiene respuesta, aunque sólo sea para darnos cuenta de que vivimos solos en un mundo en el que Dios está eternamente ausente.

ERASMO

Qué Cosa

ALBERTO Cruz, consejero de Cultura murciano: destrozan su rostro con un 'knuckle duster' (latón, aluminio, acero, etecé), tan de mobsters de Chicago, 'apaches' parisinos. Que cuando la izquierda carece de horizontes éticos aterriza en Cosa Nostra. Mas, artefacto muy cultural: véase. Boardwalk Empire, HBO (guionista, el de Los Soprano), años 20, Ley Seca en Atlantic City (Canal +, lunes, 17, 22,15 h), Alfonso Capone, 'Lucky' Luciano, et alii. Michael Pitt, knuckle knife en el tobillo, su jefe, 'Nucky' Thompson (Steve Bucemi) y.

SANTIAGO GONZÁLEZ

Entre Babel y Babia

Hay una cierta justicia poética en el tema que sirvió a Ramón Aleu, senador del PSC, en los alegres debates multilingües que Pajín introdujo en la Cámara Alta con una alocución en euskara, valenciano/catalán, gallego y castellano, demostrativa de que las tres primeras las hablaba peor. Habló Aleu del fracaso escolar, un fenómeno que debería estar entre las primeras preocupaciones de la clase política. Nuestros escolares, que forman eso que el triunfalismo gubernamental llama «la generación mejor preparada de la Historia», son carne de fracaso en las aulas, según se desprende reiteradamente del Informe Pisa.

Hay varias causas que lo explican. No es la menor que en los últimos 25 años hayamos tenido cinco leyes educativas y que los dos partidos que han gobernado hayan sido incapaces de pactarlas con el gran partido de la oposición; pero tampoco cabe despreciar el hecho de que en comunidades autónomas con dos lenguas cooficiales a los escolares se les impone como lengua de aprendizaje aquélla en la que son menos competentes. El Gobierno vasco dispuso que el 73,3% de los alumnos del modelo D (íntegramente en euskara) se examinara en español en las evaluaciones para el Informe Pisa de 2006. Habían notado que los alumnos del citado modelo de familias no euskaldunes rendían más en su lengua materna que en la propia.

España es una tetralogía de lenguas oficiales. Cada autonomía de fuste tiene dos: la común y la propia, que viene a ser la que peor hablan: el catalán para Montilla y el euskara para Ibarretxe, por ejemplo. Las cuatro lenguas eran requisito en los versos que Aresti dedicó al poeta Tomás Meabe: «Cierra los ojos muy suave, Meabe, / pestaña contra pestaña. / Sólo es español quien sabe, Meabe, / las cuatro lenguas de España». Pero a Gabriel Aresti tampoco hay que tomarle muy en serio en todos sus versos. Era un gran tipo, pero a veces se dejaba ir. El tirón de la casa de su padre, la llamada ancestral, es más fuerte que la responsabilidad de velar por la casa de sus hijos.

El primer efecto que la medida tiene ya sobre la Cámara Alta es visual. Sus señorías llevan puestos auriculares para entender a otras señorías por traducción simultánea, españoles como ellos, que desdeñan la posibilidad de entenderse en la lengua que hablan todos con parecida competencia. «Pero, jefe», preguntaban unos galos a su caudillo romanófilo, «¿para qué vamos a hacer un acueducto si el río pasa por medio de la aldea?», a lo que el interpelado respondía: «Un acueducto hace galo-romano». Los auriculares, dan un aire Estrasburgo al Senado, hacen galo-europeo. Es verdad que el presidente no ha predicado con el ejemplo; en la cumbre de la OTAN de Estambul de junio de 2004, se quitó displicentemente los auriculares para poder seguir a los distintos oradores en versión original sin subtítulos, que era en el inglés que él desconoce.

El rodeo, además, no va a ser gratis. 350.000 euros al año para que nuestros nacionalistas escenifiquen una de las ficciones que más les gustan: aparentar que desconocen la lengua común. El chocolate del loro, que se está volviendo diabético. Además, a escote nada es caro.

CARMEN RIGALT

Nostalgia de Fellini

QUIZÁS ALGUNO de ustedes haya vivido ultimamente una escena así. Yo sí. Estaba dentro de ella y no me daba mucha cuenta, pero de pronto, como si un fenómeno paranormal se hubiera enredado en mi cabeza, me desdoblé y vi mi imagen desde fuera. Todo había empezado unas horas antes, cuando llegué al restaurante en compañía de tres amigas fumadoras. Lo del fumeque tiene su importancia, pues las cuatro habíamos hecho un severo ejercicio de contención para no hablar de la ley. Cenamos tranquilamente, sin necesidad de hacer bolitas de pan con los dedos para mantenerlos entretenidos, y dimos por bien empleada la prohibición porque gracias a ella rebajaremos las dosis de cigarrillos diarios. Mis amigas y yo formamos parte de una generación de mujeres cuya existencia siempre ha estado asociada a un cigarrillo. La ley nos invita ahora a cambiar de hábitos, y nosotras lo interpretamos como si fuera cambiar de vida. No hay razones capaces de convencernos. Bueno, sí. Hay una. Si dejar de fumar adelgazara, seguro que las mujeres abandonaríamos en masa el tabaco.

Pero volvamos a la escena. Lo gracioso vino a la salida del restaurante. En lugar de disolver el cortejo y dirigirnos a nuestros respectivos coches, corrimos a refugiarnos en uno y allí, sin apenas mediar palabra, las cuatro iniciamos el ritual de la sobremesa. Fue entonces cuando sufrí el desdoblamiento. La escena me recordó una secuencia de Amarcord en la que varios muchachos, encerrados en un mismo coche, se autoproporcionaban placer al compás del traqueteo del motor. Todos iban a lo suyo, mirando hacia delante y moviéndose rítmicamente. Nosotras también parecíamos salidas de una fantasía de Fellini. Con el coche quieto y el motor en marcha, fumábamos sin volver la cabeza para no distraer nuestra atención del placer que nos dispensaba el cigarrillo.

En esta hora de tránsito a muchos les ha dado por recordar batallitas. El humo, como la música o los aromas, es un estímulo para la memoria. La épica de los días está asociada al tabaco. Desde que despertamos a la adolescencia nos hemos perfumado con cigarrillos. Fumábamos en la universidad, mientras asistíamos a clase. Y durante los embarazos y la lactancia de nuestros hijos. En los grandes momentos siempre hemos tenido un cigarrillo entre los dedos.

Pero ya no es tiempo para la épica. A nuestros años, apenas nos queda el consuelo del cigarrillo de después (de comer, se entiende), encerradas en un coche con el motor en marcha. Es la épica de la nostalgia.

JOHN MÜLLER

Jesús Caldera y el albañil

Jesús Caldera tiene fama en el PSOE de ser buen negociador. La versión oficial decía ayer que por eso se le ha designado para buscar «el máximo acuerdo» entre los grupos parlamentarios sobre la reforma de las pensiones. Tiene 10 días para ello. Vuelve a encontrarse en esta tarea con Valeriano Gómez, el actual ministro de Trabajo, que fue su secretario general de Empleo y cuya mala salud le obligó a apartarse de su lado.

Para ser tan flexible, Caldera es bastante rencoroso. En el foro La reforma de las pensiones en Alemania: ¿un ejemplo para España? que ayer organizó en Madrid la Fundación Ideas que él dirige, no se ahorró adjetivos para «la prensa de derechas, divisionista» que, según él, cuestionó la llegada de inmigrantes. No habló de racismo ni xenofobia, pero a buen entendedor pocas palabras. «Yo legalicé -dijo en altisonante primera persona del singular- a 700.000 inmigrantes para luchar contra la economía sumergida, donde estaban con el consentimiento del PP».

El público eran en su mayoría cachorros socialistas y algunos jubilados. Sólo eso justifica que Caldera -licenciado en Políticas y Sociología y funcionario local acostumbrado desde hace muchos años al coche oficial-, sacara tanto pecho sobre su papel más controvertido como ministro.

Por eso, cuando Walter Riester, el hombre mayor que estaba a su lado, comenzó a hablar con la voz profunda y arrastrada que tienen los alemanes se produjo el mayor de los contrastes. «Yo empecé a trabajar a los 13 años. Después estudié Formación Profesional y desarrollé mi carrera como albañil. En Alemania, esas credenciales bastan para ser ministro del Trabajo», dijo. Pero sobre todo, Riester es el hombre que entre 1998 y 2002, en el gobierno de la Gran Coalición, retrasó la edad de jubilación en Alemania.

Oir los pasos que siguió este hombre, guiado por el puro sentido común, para lograr esa reforma debería reconciliarnos con la política... alemana. La demografía y la unificación reventaron su sistema de pensiones. De 17 millones de alemanes orientales, siete millones ya estaban en edad de jubilación y no habían cotizado nunca. No quedó más remedio que retrasar de 65 a 67 años la edad de jubilación por la mayor esperanza de vida. Y elevar las cotizaciones para sufragar los gastos. Pero como las empresas se quejaron porque las cotizaciones (del 43%) lastraban la competitividad se creó un impuesto a los aceites minerales. De esta forma, de los 240.000 millones que cuestan las pensiones germanas, 165.000 millones proceden de las cotizaciones y el resto del impuesto.

Riester, socialdemócrata, no ignoró totalmente las políticas de mercado y creó un sistema de ahorro privado complementario que incluye subsidios y desgravaciones fiscales muy atractivos. «En el aplazamiento de la edad de jubilación fui contundente», dijo Riester. «No se podía fallar. Si uno deja que los problemas se acumulen, después las soluciones son mucho más dolorosas».

Ojalá Caldera haya tomado nota de la increíble habilidad y autoridad moral del hombre que ayer tenía a su lado.

john.muller@elmundo.es

JUAN MANUEL BELLVER / París
Corresponsal

Una policía contra la 'omertà'

Esta agente de fronteras francesa ha sido expedientada por infringir la 'ley del silencio' al publicar un libro en el que denuncia abusos en el cuerpo
EL ZOO DEL SIGLO XXI / SIHEM SOUID

Abuso de poder, homofobia, racismo, sexismo. De eso trata el libro-denuncia Omertà dans la police, publicado en Francia por una agente de fronteras del aeropuerto parisino de Orly de nombre Sihem Souid. Esta franco-tunecina de 29 años no sabía en el lío que se metía al desvelar las feas interioridades de la PAF, el departamento de policía aeroportuaria al que pertenece desde el año 2008.

En el relato publicado en octubre, Sihem saca a la luz las tropelías que realizan diariamente los agentes de Orly: órdenes de expulsión ilegales, métodos de registro humillantes, trato discriminatorio a las minorías étnicas, las mujeres y los homosexuales.

Para sostener su versión, aporta pruebas, documentos oficiales y testimonios de otros compañeros escandalizados ante la situación. La ley la protege, opina ella, ya que el artículo 40 del Código de Procedimiento Criminal galo indica que todo funcionario público debe denunciar cualquier delito del que tenga conocimiento. «Pero, cuando yo he denunciado un hecho irregular, me han castigado. ¿Alguien me lo puede explicar?», se queja.

Antes de convertirse en escritora, la chica había utilizado el conducto reglamentario para comunicar estos procedimientos irregulares a sus superiores. ¿Resultado? Los jefes la suspendieron de empleo y sueldo y la acusaron de «violación del secreto profesional». Luego, la causa fue sobreseída por el tribunal de Créteil y los magistrados ordenaron su readmisión. Pero, como las irregularidades persistían, Sihed se decidió a ponerlas por escrito.

El caso es que infringir la omertà -el código de silencio de la mafia siciliana, aplicado aquí a la poli parisina- no le iba a salir de balde. Nada más salir a la luz sus revelaciones, la funcionaria acusica volvió a ser apartada del servicio por cuatro meses, mientras se realiza una investigación interna por «incumplimiento del deber de confidencialidad», falta relacionada con lo que cuenta en el libro pero, también, con declaraciones posteriores en las que deja en mal lugar a los cuerpos de seguridad del Estado. «En ningún caso mi cliente ataca al Estado, sino las consecuencias de un ejercicio erróneo del poder», aclara su abogada Béatrice Dubreuil.

Tomado como banderín de protesta contra los abusos de la Administración, el affaire Souid no ha dejado de hacer ruido en el Hexágono durante las últimas semanas, al tiempo que el libro ha superado los 35.000 ejemplares vendidos. Otro asunto molesto para el Ministerio del Interior que dirige Brice Hortefeux, quien se ha hecho el sueco hasta ahora, a pesar de que numerosos políticos le han pedido que intervenga en esta peculiar caza de bruja gremial.

La lista de cargos públicos que apoyan la causa de Sihed es larga: desde Arnaud Montebourg (PS) hasta Marie-Jo Zimmermann, diputada de UMP por el departamento de Mosela, pasando por el diputado socialista de Doubs Pierre Moscovici, que escribe en su blog: «Esta agente ha tenido el valor de denunciar el maltrato al ciudadano y la degradación del comportamiento policial. Señor ministro, ¿qué medidas va a tomar para que dejen de perseguirla y para que comportamientos como estos no vuelvan a empañar la imagen de nuestras fuerzas del orden?».

Por ahora, el Gobierno no se ha pronunciado. Será que él también se rige por la ley del silencio.

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