FIRMAS: Federico Jiménez Losantos, Erasmo, R.del Pozo, P.G. Cuartango, S.González, Carmen Rigalt, John Müller, J.M. Bellver
F. JIMÉNEZ LOSANTOS
El CACO
RAMÓN JÁUREGUI, en términos que hubieran entusiasmado al Padre Astete de
haber sido cura progre, ha anunciado la versión estatal de esa checa para medios
de comunicación que en Cataluña llaman CAC y que ya ha copiado Andalucía, otro
paraíso sociata del pluralismo y la libertad de expresión. El CAC se creó para
liquidar la COPE, hasta el punto de que nunca se le llamó, por sus siglas
oficiales, Consejo Audiovisual de Cataluña, sino Comité Anti-COPE. Tan clara era
su función que antes de empezar a ser había echado a andar y el día en que vio
la luz tenía listo un dossier contra César Vidal, un servidor y la COPE.
Ni que decir tiene que la chusma periodística naziprogre aplaudió esa hazaña con
la unanimidad que toda dictadura reserva para los asuntos sagrados y que alcanzó
su madurez rebañiega en el famoso editorial único publicado por todos los
diarios catalanes contra el Tribunal Constitucional. Nadie espere, por tanto,
que en la tribu progre los medios anejos defiendan los ajenos. El control
mediático es la piedra angular de la hegemonía izquierdista y nacionalista. Y un
periodista progre es, ante todo, progre; en alguna rara ocasión,
periodista.
La preocupación del Gobierno ZP es, sobre todo, moral. La telebasura, dice
Jáuregui, impone «valores devaluados de convivencia», «la entronización de
falsos valores», «la agresividad y la crispación como forma de alcanzar
audiencia» y, horror, propone «determinados personajes de escaso mérito como
modelos sociales». O sea, que ya sabemos a qué fue don Josefiño a la
Noria: para ver con sus propios ojos la degradación de las costumbres y
combatirla.
El fruto de sus desvelos amerita su sacrificio, porque don José, como Montilla y Mas, disimuló con entereza su bochorno en la Academia de Ciencias Morales y Políticas de Vasile. Casa, por cierto, que siempre se ha significado por su militancia progre, sean Jordi González o Jorge Javier Vázquez los que, con el típico respeto izquierdista a lo divino y lo humano, nos vendan la mula ciega. Y ni siquiera ahí me extrañaría que celebraran la instauración del CACO (Comité Audiovisual de Control de la Opinión). ¿No salen siempre las damas más virtuosas de las grandes pecadoras arrepentidas? Dos dudas: ¿quién define qué valores son verdaderos o falsos para multar y cerrar medios? ¿Corregirá Leire Pajín a Belén Esteban? Será por celos, no por peligro. Que sepamos, Esteban no es ministra de Sanidad.
RAÚL DEL POZO
Empezó en Murcia
Un catedrático de Derecho Constitucional me asegura que el PSOE se va a
llevar un revolcón histórico. «En parte, por su espejismo de la España plural».
El Gobierno impulsó un pacto de acero con los taifas para quedarse con el Ebro;
luego propulsó la reforma de los Estatutos. Hoy España es un descalzaperros,
donde un Estado anoréxico se come las babas, acabando con el tabaco cuando ya se
había prohibido. Marcelino Iglesias, le decía esta mañana a
Blancanieves Griso que el Estado de las Autonomías ha sido positivo para
España. Si lo ha sido, ahora es la avispa asiática la que destruye las colmenas
de nuestras obreras.
Pongamos que hablo de Murcia. Que bien me suena tu nombre de seda y huerta;
escucho la voz de Paco Rabal en las ventas de la madrugada, tañen los
laúdes de las entrañas del Rey Sabio enterradas en la catedral, retumba el
talento satírico de Jaime Campmany, silban las espadas de los valientes
espadachines de Arturo Pérez Reverte, mugen los minotauros de José
Lucas, zumban las metáforas sufíes donde la saliva es la miel. Vivan los
murcianos, aunque no les dejaran alistarse al ejército para servir al rey, junto
a los calorros y a los pícaros de mal vivir. Pero es que hay otra Murcia que se
rasca las pulgas y se toca el pijo. ¿Qué hemos hecho para merecer que España se
haya enredado en la peor burocracia del universo con guindillas y aurigas para
ir a mear, pastizara y pensiones vitalicias, defensores del pueblo en cada
campanario, embajadas fantasmagóricas, aeropuertos virtuales? La Casa Blanca
soporta menos ostentación que cualquier sede autonómica.
Se derrumba, en primer lugar y vendrán más después, la Babel Valcárcel
tras el desplome del ladrillo. Ha tenido que dar tijeretazo para que los bancos
no le pongan en la lista del desahuciado y para que no se hunda la Sanidad. La
gente que nada sabe de deberes, sólo de derechos, ha organizado un pequeño
cantón (como aquel otro donde cantaban: «Con la muerte de Antonete /
güérfana quedó la güerta»). El neofederalismo de los intransigentes, con
tomates, huevos y hostias grita detrás de las pancartas frases tan ingeniosas
como: «Valcárcel, ayer en Santonera te dio la cagalera». Luego,
izquierdistas de grada fogueados en las peleas con neonazis le han roto el
careto al consejero de Cultura.
El follón empezó en Murcia, 10 años después de que José Luis Zapatero dijera, siendo líder de la oposición, cuando las guerras mediáticas y nacionalistas nos carcomían, que España tenía que dejar de ser un saloon del Oeste. Había conseguido la paz social hasta ahora, pero siempre vuelve el garrote a este desgraciado país singular, no plural. No sé por qué la palabra liberal es de origen español, le cuadra más intransigencia.
pedro g. CUARTANGO
Dios, el gran ausente de la crisis
HAY un gran ausente en esta crisis, alguien a quien muchos esperan pero no
aparece: Dios. Me pregunto cómo es posible que el Ser Todopoderoso permanezca
pasivo ante la desgracia de tantos millones de personas que han perdido su
trabajo y que se ven abocadas a una situación de mendicidad y de
desesperación.
«Yo soy el que era, el que es y el que ha de venir», dice Yahvé en el
Apocalipsis. De su poder y sus milagros en los tiempos antiguos da fe la Biblia,
pero el Supremo Hacedor guarda silencio desde hace siglos. No dice ni una
palabra sobre las atrocidades que hemos visto a lo largo del siglo XX ni sobre
las consecuencias de esta crisis.
Ahí está el sufrimiento de los enfermos terminales, de quienes han perdido la
batalla contra el cáncer, de los que sobreviven gracias a medios artificiales.
Su dolor resulta también un testimonio aplastante frente a los que invocan la
teología escolástica para demostrar la existencia de Dios.
No, Dios no puede existir en un mundo donde estamos indefensos ante un mal
que nos acecha y que juega a los dados contra nosotros. La única prueba
consistente de que no podemos mantener la esperanza en el más allá son las
miserias y las injusticias que percibimos en el más acá.
Muchos filósofos e historiadores han creído en el progreso de la Razón, una
fe que resulta patética a la luz de las contradicciones de un sistema incapaz de
dar un mínimo sentido a la vida humana.
Otros han depositado su esperanza en Dios, pero éste sigue guardando un
silencio que está a punto de hacer estallar nuestros oídos. O el Gran Relojero
es una ficción o está tan alejado de nosotros que no nos escucha.
Nuestro pecado original es la condena a existir en la más absoluta
incertidumbre, con la única seguridad de que nada podemos conocer sobre un
futuro que se niega a revelarnos lo que nos reserva.
Carpe diem, coge el hoy, decían los latinos. Pero, ¿cómo disfrutar del
presente sin tener una mínima garantía de lo que nos depara el mañana? ¿Cómo
fingir que ignoramos la desoladora realidad del mal? ¿Cómo seguir el camino sin
la voz de Dios?
Estas preguntas sin respuesta nos abocan a un pesimismo sin esperanza pero no
resignado. Siempre cabe la rebelión contra lo absoluto como la expresión de una
singularidad que se niega a disolverse en la infinitud de un destino
abstracto.
Nos queda esa dolorosa conciencia de nuestra fragilidad, pero es poca cosa
frente a la inmensidad de una realidad que nos aplasta.
Quien vea en estas líneas una reflexión filosófica es que no ha entendido nada. Aquí no hay metafísica ni teología. Lo que surge es un mero desahogo contra la pesadilla que supone abrir los ojos cada día. Pero al contrario de lo que propugnaba Wittgenstein, hay que hablar de aquello que nos atormenta y no tiene respuesta, aunque sólo sea para darnos cuenta de que vivimos solos en un mundo en el que Dios está eternamente ausente.
ERASMO
Qué Cosa
ALBERTO Cruz, consejero de Cultura murciano: destrozan su rostro con un 'knuckle duster' (latón, aluminio, acero, etecé), tan de mobsters de Chicago, 'apaches' parisinos. Que cuando la izquierda carece de horizontes éticos aterriza en Cosa Nostra. Mas, artefacto muy cultural: véase. Boardwalk Empire, HBO (guionista, el de Los Soprano), años 20, Ley Seca en Atlantic City (Canal +, lunes, 17, 22,15 h), Alfonso Capone, 'Lucky' Luciano, et alii. Michael Pitt, knuckle knife en el tobillo, su jefe, 'Nucky' Thompson (Steve Bucemi) y.
SANTIAGO GONZÁLEZ
Entre Babel y Babia
Hay una cierta justicia poética en el tema que sirvió a Ramón Aleu,
senador del PSC, en los alegres debates multilingües que Pajín introdujo
en la Cámara Alta con una alocución en euskara, valenciano/catalán, gallego y
castellano, demostrativa de que las tres primeras las hablaba peor. Habló Aleu
del fracaso escolar, un fenómeno que debería estar entre las primeras
preocupaciones de la clase política. Nuestros escolares, que forman eso que el
triunfalismo gubernamental llama «la generación mejor preparada de la Historia»,
son carne de fracaso en las aulas, según se desprende reiteradamente del Informe
Pisa.
Hay varias causas que lo explican. No es la menor que en los últimos 25 años
hayamos tenido cinco leyes educativas y que los dos partidos que han gobernado
hayan sido incapaces de pactarlas con el gran partido de la oposición; pero
tampoco cabe despreciar el hecho de que en comunidades autónomas con dos lenguas
cooficiales a los escolares se les impone como lengua de aprendizaje aquélla en
la que son menos competentes. El Gobierno vasco dispuso que el 73,3% de los
alumnos del modelo D (íntegramente en euskara) se examinara en español en
las evaluaciones para el Informe Pisa de 2006. Habían notado que los alumnos del
citado modelo de familias no euskaldunes rendían más en su lengua materna
que en la propia.
España es una tetralogía de lenguas oficiales. Cada autonomía de fuste tiene
dos: la común y la propia, que viene a ser la que peor hablan: el catalán para
Montilla y el euskara para Ibarretxe, por ejemplo. Las cuatro
lenguas eran requisito en los versos que Aresti dedicó al poeta Tomás
Meabe: «Cierra los ojos muy suave, Meabe, / pestaña contra pestaña. / Sólo
es español quien sabe, Meabe, / las cuatro lenguas de España». Pero a Gabriel
Aresti tampoco hay que tomarle muy en serio en todos sus versos. Era un gran
tipo, pero a veces se dejaba ir. El tirón de la casa de su padre, la llamada
ancestral, es más fuerte que la responsabilidad de velar por la casa de sus
hijos.
El primer efecto que la medida tiene ya sobre la Cámara Alta es visual. Sus
señorías llevan puestos auriculares para entender a otras señorías por
traducción simultánea, españoles como ellos, que desdeñan la posibilidad de
entenderse en la lengua que hablan todos con parecida competencia. «Pero, jefe»,
preguntaban unos galos a su caudillo romanófilo, «¿para qué vamos a hacer un
acueducto si el río pasa por medio de la aldea?», a lo que el interpelado
respondía: «Un acueducto hace galo-romano». Los auriculares, dan un aire
Estrasburgo al Senado, hacen galo-europeo. Es verdad que el presidente no ha
predicado con el ejemplo; en la cumbre de la OTAN de Estambul de junio de 2004,
se quitó displicentemente los auriculares para poder seguir a los distintos
oradores en versión original sin subtítulos, que era en el inglés que él
desconoce.
El rodeo, además, no va a ser gratis. 350.000 euros al año para que nuestros nacionalistas escenifiquen una de las ficciones que más les gustan: aparentar que desconocen la lengua común. El chocolate del loro, que se está volviendo diabético. Además, a escote nada es caro.
CARMEN RIGALT
Nostalgia de Fellini
QUIZÁS ALGUNO de ustedes haya vivido ultimamente una escena así. Yo sí.
Estaba dentro de ella y no me daba mucha cuenta, pero de pronto, como si un
fenómeno paranormal se hubiera enredado en mi cabeza, me desdoblé y vi mi imagen
desde fuera. Todo había empezado unas horas antes, cuando llegué al restaurante
en compañía de tres amigas fumadoras. Lo del fumeque tiene su importancia, pues
las cuatro habíamos hecho un severo ejercicio de contención para no hablar de la
ley. Cenamos tranquilamente, sin necesidad de hacer bolitas de pan con los dedos
para mantenerlos entretenidos, y dimos por bien empleada la prohibición porque
gracias a ella rebajaremos las dosis de cigarrillos diarios. Mis amigas y yo
formamos parte de una generación de mujeres cuya existencia siempre ha estado
asociada a un cigarrillo. La ley nos invita ahora a cambiar de hábitos, y
nosotras lo interpretamos como si fuera cambiar de vida. No hay razones capaces
de convencernos. Bueno, sí. Hay una. Si dejar de fumar adelgazara, seguro que
las mujeres abandonaríamos en masa el tabaco.
Pero volvamos a la escena. Lo gracioso vino a la salida del restaurante. En
lugar de disolver el cortejo y dirigirnos a nuestros respectivos coches,
corrimos a refugiarnos en uno y allí, sin apenas mediar palabra, las cuatro
iniciamos el ritual de la sobremesa. Fue entonces cuando sufrí el
desdoblamiento. La escena me recordó una secuencia de Amarcord en la que
varios muchachos, encerrados en un mismo coche, se autoproporcionaban placer al
compás del traqueteo del motor. Todos iban a lo suyo, mirando hacia delante y
moviéndose rítmicamente. Nosotras también parecíamos salidas de una fantasía de
Fellini. Con el coche quieto y el motor en marcha, fumábamos sin volver
la cabeza para no distraer nuestra atención del placer que nos dispensaba el
cigarrillo.
En esta hora de tránsito a muchos les ha dado por recordar batallitas. El
humo, como la música o los aromas, es un estímulo para la memoria. La épica de
los días está asociada al tabaco. Desde que despertamos a la adolescencia nos
hemos perfumado con cigarrillos. Fumábamos en la universidad, mientras
asistíamos a clase. Y durante los embarazos y la lactancia de nuestros hijos. En
los grandes momentos siempre hemos tenido un cigarrillo entre los dedos.
Pero ya no es tiempo para la épica. A nuestros años, apenas nos queda el consuelo del cigarrillo de después (de comer, se entiende), encerradas en un coche con el motor en marcha. Es la épica de la nostalgia.
JOHN MÜLLER
Jesús Caldera y el albañil
Jesús Caldera tiene fama en el PSOE de ser buen negociador. La versión
oficial decía ayer que por eso se le ha designado para buscar «el máximo
acuerdo» entre los grupos parlamentarios sobre la reforma de las pensiones.
Tiene 10 días para ello. Vuelve a encontrarse en esta tarea con Valeriano
Gómez, el actual ministro de Trabajo, que fue su secretario general de
Empleo y cuya mala salud le obligó a apartarse de su lado.
Para ser tan flexible, Caldera es bastante rencoroso. En el foro La
reforma de las pensiones en Alemania: ¿un ejemplo para España? que ayer
organizó en Madrid la Fundación Ideas que él dirige, no se ahorró adjetivos para
«la prensa de derechas, divisionista» que, según él, cuestionó la llegada de
inmigrantes. No habló de racismo ni xenofobia, pero a buen entendedor pocas
palabras. «Yo legalicé -dijo en altisonante primera persona del singular- a
700.000 inmigrantes para luchar contra la economía sumergida, donde estaban con
el consentimiento del PP».
El público eran en su mayoría cachorros socialistas y algunos jubilados. Sólo
eso justifica que Caldera -licenciado en Políticas y Sociología y funcionario
local acostumbrado desde hace muchos años al coche oficial-, sacara tanto pecho
sobre su papel más controvertido como ministro.
Por eso, cuando Walter Riester, el hombre mayor que estaba a su lado,
comenzó a hablar con la voz profunda y arrastrada que tienen los alemanes se
produjo el mayor de los contrastes. «Yo empecé a trabajar a los 13 años. Después
estudié Formación Profesional y desarrollé mi carrera como albañil. En Alemania,
esas credenciales bastan para ser ministro del Trabajo», dijo. Pero sobre todo,
Riester es el hombre que entre 1998 y 2002, en el gobierno de la Gran Coalición,
retrasó la edad de jubilación en Alemania.
Oir los pasos que siguió este hombre, guiado por el puro sentido común, para
lograr esa reforma debería reconciliarnos con la política... alemana. La
demografía y la unificación reventaron su sistema de pensiones. De 17 millones
de alemanes orientales, siete millones ya estaban en edad de jubilación y no
habían cotizado nunca. No quedó más remedio que retrasar de 65 a 67 años la edad
de jubilación por la mayor esperanza de vida. Y elevar las cotizaciones para
sufragar los gastos. Pero como las empresas se quejaron porque las cotizaciones
(del 43%) lastraban la competitividad se creó un impuesto a los aceites
minerales. De esta forma, de los 240.000 millones que cuestan las pensiones
germanas, 165.000 millones proceden de las cotizaciones y el resto del
impuesto.
Riester, socialdemócrata, no ignoró totalmente las políticas de mercado y
creó un sistema de ahorro privado complementario que incluye subsidios y
desgravaciones fiscales muy atractivos. «En el aplazamiento de la edad de
jubilación fui contundente», dijo Riester. «No se podía fallar. Si uno deja que
los problemas se acumulen, después las soluciones son mucho más
dolorosas».
Ojalá Caldera haya tomado nota de la increíble habilidad y autoridad moral
del hombre que ayer tenía a su lado.
JUAN MANUEL BELLVER / París
Corresponsal
Una policía contra la 'omertà'
EL ZOO DEL SIGLO XXI / SIHEM SOUID
Abuso de poder, homofobia, racismo, sexismo. De eso trata el libro-denuncia
Omertà dans la police, publicado en Francia por una agente de fronteras
del aeropuerto parisino de Orly de nombre Sihem Souid. Esta franco-tunecina de
29 años no sabía en el lío que se metía al desvelar las feas interioridades de
la PAF, el departamento de policía aeroportuaria al que pertenece desde el año
2008.
En el relato publicado en octubre, Sihem saca a la luz las tropelías que
realizan diariamente los agentes de Orly: órdenes de expulsión ilegales, métodos
de registro humillantes, trato discriminatorio a las minorías étnicas, las
mujeres y los homosexuales.
Para sostener su versión, aporta pruebas, documentos oficiales y testimonios
de otros compañeros escandalizados ante la situación. La ley la protege, opina
ella, ya que el artículo 40 del Código de Procedimiento Criminal galo indica que
todo funcionario público debe denunciar cualquier delito del que tenga
conocimiento. «Pero, cuando yo he denunciado un hecho irregular, me han
castigado. ¿Alguien me lo puede explicar?», se queja.
Antes de convertirse en escritora, la chica había utilizado el conducto
reglamentario para comunicar estos procedimientos irregulares a sus superiores.
¿Resultado? Los jefes la suspendieron de empleo y sueldo y la acusaron de
«violación del secreto profesional». Luego, la causa fue sobreseída por el
tribunal de Créteil y los magistrados ordenaron su readmisión. Pero, como las
irregularidades persistían, Sihed se decidió a ponerlas por escrito.
El caso es que infringir la omertà -el código de silencio de la mafia
siciliana, aplicado aquí a la poli parisina- no le iba a salir de balde.
Nada más salir a la luz sus revelaciones, la funcionaria acusica volvió a ser
apartada del servicio por cuatro meses, mientras se realiza una investigación
interna por «incumplimiento del deber de confidencialidad», falta relacionada
con lo que cuenta en el libro pero, también, con declaraciones posteriores en
las que deja en mal lugar a los cuerpos de seguridad del Estado. «En ningún caso
mi cliente ataca al Estado, sino las consecuencias de un ejercicio erróneo del
poder», aclara su abogada Béatrice Dubreuil.
Tomado como banderín de protesta contra los abusos de la Administración, el
affaire Souid no ha dejado de hacer ruido en el Hexágono durante las
últimas semanas, al tiempo que el libro ha superado los 35.000 ejemplares
vendidos. Otro asunto molesto para el Ministerio del Interior que dirige Brice
Hortefeux, quien se ha hecho el sueco hasta ahora, a pesar de que numerosos
políticos le han pedido que intervenga en esta peculiar caza de bruja
gremial.
La lista de cargos públicos que apoyan la causa de Sihed es larga: desde
Arnaud Montebourg (PS) hasta Marie-Jo Zimmermann, diputada de UMP por el
departamento de Mosela, pasando por el diputado socialista de Doubs Pierre
Moscovici, que escribe en su blog: «Esta agente ha tenido el valor de denunciar
el maltrato al ciudadano y la degradación del comportamiento policial. Señor
ministro, ¿qué medidas va a tomar para que dejen de perseguirla y para que
comportamientos como estos no vuelvan a empañar la imagen de nuestras fuerzas
del orden?».
Por ahora, el Gobierno no se ha pronunciado. Será que él también se rige por la ley del silencio.
Etiquetas: Firmas
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